lunes, 28 de diciembre de 2009

Noticias son noticias personales

Después me dije que no, que no escribiéramos este diario en la web y empecé a escribir un diario estoico: meditación y gimnasia, recordar lo que hice, lo que no hice, lo que dejé de hacer, imaginar las peores situaciones posibles de las situaciones actuales. En fin.

Pero hoy me encontré leyendo Cielo Roto y me di cuenta de que estaba feliz y curiosa de saber lo que le pasaba a mis nuevos amigos, aunque siempre es algo ambiguo entender del todo lo que nos cuenta en su blog. Y pensé que por allá quizás también quisieran saber cómo estamos por acá, que igual podía seguir con mi diario estoico y con algunas notas en este diario público y virtual.

Estoy de vuelta en casa. Es sólo una expresión. No me siento de vuelta en ninguna parte o, bien, me también me siento de regreso allá, con las molestas lluvias de verano, esa insoportable humedad cálida y tan pero tan pocos amigos, tan pero tan pocos como los que tengo acá.

Hoy fue un día insufrible, a pesar de que no hizo calor y de la gimnasia estoica. Primero que he descubierto que LAN debe de tener una política poco transaparente y negativa en cuanto al transporte de animales. No me pude traer mi gata a Santiago. No puedo saber qué pasó, pero las disculpas fueron variadas y contradictorias. Ahora, Pablo la iba a traer, pero había que pedir una solicitud y eso estaba sujeto a disponibilidad (fuera de que antes de que llegara a esta respuesta, obtuve otras del tono ¡Ah! ¡Ése es problema suyo! con ese acento chileno medio prepo tan asqueroso). En fin, en Aerolíneas no había problemas, pero solucionaba la mitad del problema porque tengo pasajes de regreso en Lan...

Además me compré un escáner para diapositivas y negativos. Estuve escarbando toda la mañana en busca de la materia prima, digamos, que todavía no tengo claro dónde guardé. Encontré varias diapositivas de Egipto, Portugal y Turquía y unos autorretratos en que ¡no me reconozco!; sin embargo, el escáner no se encendió simplemente, nada, nada.

Mi primer impulso, además de gritar y putear, fue tirarme a ver televisión, pero mi hija menor obtuvo el puesto idiotizante antes que yo y, mejor, me puse a leer la Poética del cine de Raúl Ruiz. No sé si podré aplicar algo en mi escritura de guiones. Lo dudo, por supuesto. A lo sumo tendré mejores argumentos para mis decisiones, pero finalmente igual hay que aceptar las ideas de los productores, quienes, al fin y al cabo, creen saber cuáles son las mejores estrategias para ganar el más amplio mercado, incluso las estrategias estéticas.

En cuanto a eso: estuve escribiendo el "trailer" de la nueva serie. Yo empecé mal, pero lo dejaron peor en la productora tratando de arreglarlo. Era un pastiche grotesco. Espero que acepten el nuevo, aunque el problema siempre está en la falta de tiempo y en la falta de dinero para pagarle al dibujante para haga otros monos.

Me voy a idiotizar un rato, a escribir el diario estoico, a leer cuentos de Graciela Montes y Saki.

lunes, 14 de diciembre de 2009

La parra murió

Hace calor. El sol brilla demasiado. Si caminas por el pavimento, sientes que te quemas lo pies, que las suelas se derriten, la cordillera ya no tiene el consuelo de una cumbre nevada allá a lo lejos, sobre la nube de humo. Hace calor. Las gentes caminan hacinadas calcinadas por los paseos comerciales, otras toman un café en las terrazas a la sombra de arbolitos que sobreviven porque aquí tiene que existir alguien que los cuide. Hace un calor seco. Ya vi que tampoco acá sobrevivieron todas tus flores del balcón. La parra que trajiste de la casa de tu abuela hace quince años se secó porque tú no estabas ¿qué te queda de la casa de abuela? ¿recuerdos? ¿sueños? Tu perra murió. Tu gata murió. La parra murió. ¿Recuerdas a tu perra? Claro, creciste con ella, pensando que cuando tuvieras hijos los tratarías igual a fuerza de vivir con un perro por más de trece años. ¿Los tratas como a tu perra? Una vez que te fuiste de la casa de tu abuela por más de un mes, cuando tenías algo de catorce años, escapando de la histeria de tu madre, escondiéndote de ella (de su histeria, de su alcoholismo, de su amargura) en diversas casas, tu madre esparció el rumor de que habían atropellado a tu perra a la salida de tu casa en Ñuñoa. El mismo día que te enteraste, volviste. Te había engañado, por supuesto. Varios años después te la llevaste a tu casa en el centro, donde tu primer hijo alcanzó a jugar con ella y compartir galletas de hocico a boca ¿se acordará? Te trajiste tu perra, tu gata, la parra, por decir lo vivo. Ya nada queda. Hace un tiempo pasé por tu casa y vi que la parra se secó.

lunes, 7 de diciembre de 2009

Picnic en el Parque Forestal

No lo sé.
Construyes un extraño eje entre mi ex, el abogado y mi desnudez. Además, eso de buena no sé en que sentido entenderlo. Por otro lado (o por el mismo), siento un poco de culpa, tal como tú lo sugieres. No por verdugear a mi ex justo ahora que se le murió el padre, sino por su madre. El abogado, supongo que te lo comentó entonces, con una claridad profesional que en muchos aspectos es mejor que cualquier terapia freudiana, lacaniana o sistemática, lo que sea, me dijo, además, que ahora que el padre se había muerto a mi ex le cambiaba su situación patrimonial. Ni lo había pensado. Así es la muerte. No se tiene compasión ante los hechos más evidentes. Eso por mi ex y el abogado. Ya te dije, no sé dónde poner a mi desnudez en este diálogo. ¿Dónde cabe? ¿Por qué se te ocurrió? Igualmente, pensaba mandarte unos autorretratos desnuda de un metro por dos, recostada, tipo Olympia, para que los pusieras en tu departamentito y no me extrañaras tanto en Santiago. Lástima que no he tenido tiempo más que para bocetear mi angustia frente a un cuerpo que desconozco. Aún así, son bellos bocetos, enorme el formato, por lo que no sé si pintarlos al óleo o acrílicos. O quizás los termine allá. El Parque Forestal me espera verde, supongo, que para que disfrutemos un picnic de sushi.

jueves, 3 de diciembre de 2009

El verdugo

Caminé por el paseo Ahumada buscando la dirección que me diste. No soy poeta, pensé. ¿Por qué tengo que tratar de serlo?, pensé. Pensé. Me gusta la primavera en Santiago, como siempre, caminar por el Parque Forestal y sentir la brisa con olor a mierda del río. Tampoco es tan malo para una ciudad. Allá ¿acaso el Río de la Plata huele mejor? Si acaso un día no se mueren todos con los químicos de la papelera Botnia, pero es grande, navegable y tiene palabras de poema. En cambio, acá, Mapocho, el parque bordeándolo, se ve su brillo desde el cerro, hilito de oro, entonces, que corta apenas la ciudad. Eso nos hace recordar el famoso dicho no todo lo que brilla es oro, desde el cerro brilla dorado, pero es mierda, sí, por acá dice uno de los candidatos que el río se hará navegable, pero ¡si la anchura no da!

En estas divagaciones por el paseo atochado encontré la dirección de tu abogado. Ya le pagué al verdugo de tu ex. Pobre. Si no supiera lo que te hizo, no te perdonaría este afán por arreglarlo todo ahora, que se lo merece, se lo merece, pero da un poco de lástima ¿no? El abogado me dijo que una era muy compasiva, vaya, la ley es la ley, las obligaciones las obligaciones, no hay emoción que justifique el incumplimiento de una responsabilidad tan evidente. De todas maneras, me pareció que no le gusta nada tu ex. Suerte que no te conoce, yo nada más soy el pálido reflejo de tu hermosura. Ahora, igual, otras dicen que eres buena. Yo no sé. Me gusta mirarte desnuda y punto, aunque ya no tengas la piel de los 25 ¿qué importa, Aurora? Ni la de los 33 ¿qué importa, Aurora?

Voy un momento al parque. El viento es amigo hoy. Total, todos los días alguien se muere, alguien sufre, alguien paga sus pecados, alguien te lee en la distancia.