martes, 11 de diciembre de 2012

Cajón de fotografías

He estado trabajando sobre la fotografía desde el punto de vista teórico: Barthes, Sontag, Soulages, Dubois...Benjamin... desde una perspectiva lejana, distante, fría ¿qué mierda es y significa la fotografía? Y de pronto todas esas reflexiones se vienen al tacho de la basura cuando me doy cuenta de que falta un cajón de fotografías.

Era una caja de madera antigua, más o menos grande, donde fui apilando cientos de fotografías familiares a falta de disciplina para armar varios álbumes que incluirían fotografías de mis padres antes de que yo naciera, de mi abuela, de la casa, de los animales, de todas mi edades, de mis amigos en esas edades, de mi hijo, de mis novios, de mis viajes, todas esas fotos de las cámaras analógicas, con algunos negativos de respaldo incluidos... ¿a quién se le ocurre poner todos los huevos en la misma canasta?

En el último viaje que hice a Chile, después de desarmar la casa de Riquelme, me traje la caja de fotografías. Me pareció simbólico, más importante que, por ejemplo, unas ollas u otros libros que todavía me quedan allá. Había, por ejemplo, fotografías que me alcanzó a tomar mi padre. No salía él en la imagen, pero el hecho de que él hubiese puesto la mirada detrás del aparato, me resultaba significativo para recordarlo a él o, quizás, para observarme con su mirada.

Entonces, varios meses después, vino la mudanza en Buenos Aires que, como toda mudanza, finalmente resultó caótica.

Y hoy comencé a buscar unos pasteles y óleos para pintar una tela. No los podía encontrar. Me empecé a desesperar porque ya estaba desesperada desde que Pablo me llamó para contarme que se habían robado todo lo que había en el Land Rover tirado en Retiro. Recordé, medio en penumbras, que en la misma caja de cartón que puse los pasteles de la tía de Pablo estaba la caja de fotografías. Me dediqué a revisar todos los pocos paquetes que todavía quedan sin desembalar.

No. No. No. No están por ninguna parte. Se perdieron.

A pesar de toda una maraña teórica casi me pongo a llorar. Un par de cientos de fotografías que a nadie más que a mi se perdieron. Ahora pasa cada una de ellas por mi mente como las imágenes a Borges en el Aleph. Las veo todas juntas y por separado, mi mamá y yo en el jardín de mi abuela ambas con ropas  con diseños escoceses, a Daniel en la plaza Brasil, a Sebastián reflejado en  las ventanas del metro, a Fernando acariciando un cerdito en el sur de Chile, una foto cuadrada y borrosa de mi padre sentado en el patio de la casa de mi abuela, mi perra apoyada sobre una mesa observando a mi abuela dormida al otro lado, nieve sobre la tierra de la cordillera, Ángel con una mochila sobre una roca en Chiloé... cientos, todas juntas, cada una.

Ya no están.

¿Y ahora?